Perdona señora: la culpa no tiene
la alondra que canta, la tiene la aurora;
la alondra que canta, la tiene la aurora;
tú tienes la culpa: a este que viene
trayéndote estrofas, perdona, señora.
Ya antes te he visto tras sueño lejano
y anoche en el teatro con fe y devoción
tomaba, señora, con mi propia mano,
para que no caiga de mi el corazón.
Ilusoria y blanca del auto al bajarte
mortalmente fingias una joven diosa...
Crujió mi rodilla de ansias de doblarse:
era que pasabas, astral, luminosa.
Con aire de cisne que boga en un lago
pasaste gallarda, princesa u ondina,
tus ojos tenían visiones de mago
bajo tu sedosa pestaña divina.
¿Juntó geometría, la nieve y el lirio,
para hacerte el cuerpo, y un poco de aurora?
Serpentino cuerpo de perfume asirio,
¡bendito mil veces! Perdona, señora.
Ya daban las doce, yo creí temprano,
tú nada sabías de mi devoción:
tomaba, señora, con mi propia mano,
para que no caiga de mi el corazón.
VER TAMBIEN:
Nota: Se suele afirmar que este poema, publicado por primera vez en la Revista Letras en el año 1915, fue dedicado a la bella Anselmita Heyn, sin embargo, al menos en la mencionada publicación, sólo dice "En el teatro".
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