De súbito estallan las rosas,
los lirios, y estallan los versos en salva floral;
los viejos palmares despejan al viento melenas gloriosas
y agita los bosques de lauros un soplo marcial.
De entre las cenizas del fuego sagrado la luz resucita.
¡La aurora es, por fin!
¡Repican los bronces! ¡Revuela la salva infinita!
¡del labio del épico vate, recita
su diana mbayá de las glorias el áureo clarín!
Y el eco viril que retumba
sacude los huesos del Héroe, caído al lanzazo imperial;
sacude y despierta en su tumba
al férreo varón de la guerra que fué el Mariscal.
El rasga con gesto de un dios su mortaja
de injusto baldón;
la mole de negra ignominia su aliento descuaja
y toda la patria rebosa de gozo en su corazón.
¿Lo veis? Galopando se va al Campamento
jinete en su blanco corcel mandyju,
su rostro aleonado ilumina marcial ardimiento,
tal cual se le viera sobre los collados de Paso Pucú.
De nuevo arrebata su invicta bandera de las cien batallas
y lleva a clavarla sobre las colinas de Cerro León.
Hora de diana. Convoca a su tropa diezmada a metrallas:
va a leer el texto de su Testamento para la Nación.
"Mis fieles leones: la patria os entrega su suerte,
héroes de Corrales, Tujutí, Riachuelo, Sauce y Boquerón"
Prorrumpe aquel fuerte
señor de la guerra, con voz de ciclón;
y un tropel de sombras la mirada advierte...
dejando sus tumbas en bosques y esteros, saltando la muerte,
cien mil paladines se alistan bajo el pabellón.
(¡Oh sombras, oh sombras sagradas:
de vuestras hambrientas fatigas y glorias pasadas,
dadme que se nutra de fe y de constancia mi vil corazón!)
¡Por entre el tumulto de los gladiadores sin brazos,
sin piernas, sin rostros, pasa Cala'a
llevando la víscera a rastra! ¡Dos pasos
de allí cruza Genes, cíclope de un ojo, y allí cerca está
Diaz, mutilado! ¡El otro es un niño cribado a lanzazo!...
¡Todos resucitan al pie del coloso de Cerro Corá!
¡Oh sombras, manes de la historia:
hay quienes grabaron, por vuestro epitafio, este mote: Traidor.
¡Hay quienes escupen ponzoñas en vuestra memoria!
Ellos no supieron del hambre y la asfixia de vuestro dolor,
y a vuestros martirios llamaron "batallas sin gloria",
taimados Caínes, bajo de las carpas del fiero invasor.
(¡Oh sombras, oh sombras sagradas:
de vuestras gloriosas carnes lanceadas
dadme las cenizas, que aquí las refresquen mis llantos de amor!)
Entre las indómitas huestes reunidas
el Héroe Supremo, cubierto de heridas,
de pie ante su siglo aquel gran paladín,
relee entre grandes palabras vividas:
"¡Vencer o Morir!" puestas en la cinta de su áureo espadín.
¡Su espada refulge centellas de muerte y de vida!
¡Su voz electriza a la patria de uno a otro confín!
Y entonces, debajo del lauro de ramas floridas,
su diana mbayá de las glorias recita el clarín.
DIANA DE GLORIA
DIANA DE GLORIA
A los héroes del Paraguay, y en especial al Mcal. Francisco Solano López
Por Manuel Ortiz Guerrero (1894- 1933) poeta guaireño.
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