JOSE EDUVIGIS DIAZ ROJAS



Creció en el seno de una familia de labradores en la Cordillera. Siendo muy pequeño, quedó huérfano de padre, razón por la cual vivió bajo las enseñanzas y el ejemplo de su madre, doña Dolores Rojas, quien lo envió a la escuela más próxima a su casa, donde aprendió las primeras nociones de lectura, aritmética y catecismo. José Eduvigis ayudaba a su madre en su trabajo, y la acompañaba en sus oraciones diarias. Se levantaba muy temprano, y tomaba mate junto al fuego del hogar. José Eduvigis Diaz nació el 17 de octubre de 1833 en Cerro Vera, Pirayú, a los 19 años, en 1852, se incorporó como soldado en el Batallón de Infantería que estaba a cargo de Venancio López, hijo de don Carlos A. López. Sucesivos ascensos por méritos propios no se hicieron esperar. En todos los puestos que llegó a ocupar se destacó por su virtud. Siendo sargento, fue trasladado a la Policía, a cargo de su antiguo comandante de Compañía, Hilario Marcó.

Carlos Antonio López se preocupó siempre de la instrucción de José Eduvigis, que era subteniente cuando acompañó al general Francisco Solano López a la Argentina para mediar en el conflicto entre los gobiernos de Paraná y Buenos Aires, de donde volvió y fue ascendido a jefe de Policía. Se encargó de organizar e instruir el Batallón 40. Fue jefe de las tropas restantes después del desastre de Uruguayana y Yata’i. En 1866, estuvo al frente de la defensa de Itapirú. Tuvo magnífica actuación en los combates de Corrales2 de MayoTuyutíBoquerón.

Demostró su heroísmo en varias batallas, pero la que inmortalizó su nombre fue la victoria de Curupayty. Por eso, al evocar aquella jornada del 22 de setiembre, la figura del héroe vuelve a nuestras mentes, porque Curupayty guardó su nombre, y las páginas de nuestra historia lo recogieron para que todos los paraguayos lo veneráramos eternamente.

Apenas cuatro meses después de pasar a la historia como héroe, el general Díaz murió tras cumplir una arriesgada misión que le encomendó el mariscal Francisco Solano López, donde el jefe de sanidad, doctor Skiner, debió proceder a amputarle la pierna. Su ascenso a General se produjo una hora antes de su fallecimiento, ocurrido el 7 de febrero de 1867 en Paso Pucú.

Después de su muerte, su féretro fue llevado a Asunción, donde el pueblo lo acompañó hasta su última morada en la Recoleta. Luego sus restos fueron depositados en una urna en el Panteón Nacional de los Héroes, en 1939, juntamente con los restos de don Carlos Antonio López

Con texto de Marcelino Martínez y música de Remberto Giménez se recuerda en los Colegios al héroe de Curupayty y su gran victoria con los siguientes versos: 

En la cumbre más alta de gloria
se contempla su espada brillar
como un astro que guía la historia
del heroico y gentil Paraguay.

CORO
22 de setiembre cincela
a la patria en un mármol bruñido, 
por los lauros de un pueblo nacido 
bajo el signo Vencer o Morir. 

Este canto de niño revela 
que sabemos honrar tus blasones 
al reunir e inspirar corazones 
en tu ardiente pasión guaraní. 

BATALLA DE CURUPAYTY.
20.000 soldados argentinos, brasileños y uruguayos con sus jefes más prestigiosos, toda la flota y su tripulación, más de 100 bocas de fuego, se estrellaron el 22 de setiembre contra las fortificaciones de Curupayty. Estas fueron defendidas solamente por 5.000 soldados paraguayos bajo las órdenes del general José Eduvigis Díaz, un HÉROE con mayúsculas, nacido en Pirayú.

Batalla de Curupayty

Poco después del amanecer del 22 de setiembre, la escuadra brasileña con sus 22 barcos y 101 piezas de artillería avanzó e inició un intenso bombardeo. A la par, la artillería aliada también atacó intensamente la línea de trincheras paraguayas. Mientras una fuerza de más de 20.000 hombres avanzaba dificultosamente chapoteando en lodazales y esteros, siendo blancos seguros de la fusilería y las metrallas de los defensores de Curupayty. Para peor, poco después del mediodía, la escuadra brasileña dejó de bombardear hacia el frente de Curupayty, concentrándose sobre las baterías ubicadas sobre el río.

La batalla de Curupayty comenzó con el avance de los batallones en dos columnas de ataque: "Las tropas ligeras van a vanguardia (...) El aspecto de la columna es grave, su uniforme sombrío; llevan sobre sí todo el material del asalto, hachas, palos, escaleras, fajinas: los granaderos (...) van a la cabeza de los batallones...", cuenta el general argentino José Garmendia.

"Los batallones marchan con lentitud, serpenteando, sin guardar una rigurosa formación; alguna vez su paso se hace difícil por entre los matorrales entretejidos, salpicados de pantanos (...). Aquella calma precursora de un huracán humano pronto va a desaparecer... Ya están al alcance del cañón enemigo; un momento más y tendrán que atravesar aquella zona mortífera, campo descubierto de pantanos, sombrío y páramo de la muerte... En este momento de ansiedad sublime, por entre los intersticios de los árboles, que aún medio ocultan la marcha de nuestras columnas, se alcanza a distinguir, en un lejano transparente, la negra línea de las posiciones enemigas".

Cuando estuvieron al alcance de las armas paraguayas, comenzó la carnicería. Los que consiguieron alcanzar la línea principal de resistencia guaraní lo hacían a costa de sus vidas. Dieciséis horas duró el combate, que terminó con una rotunda victoria de las fuerzas paraguayas.

Cuenta el coronel George Thompson, ingeniero inglés al servicio del Paraguay, que la gran batalla "empezó por un gran bombardeo de escuadra" (ocho encorazados), que mucho daño no pudieron hacer por la altura de las barrancas del río.

"Los aliados llevaron el ataque en cuatro columnas, una se dirigió sobre la izquierda paraguaya, dos sobre el centro y la cuarta sobre la derecha, a lo largo de la margen del río. La última columna marchaba por un buen camino, y algunos de sus soldados llegaron hasta las trinchera muriendo dos o tres dentro del foso mismo. Algunos de los hombres del centro llegaron también hasta el borde del foso, pero los que debían atacarla por la izquierda ni se le acercaron".

Desde su avance desde Curuzú, los paraguayos hicieron fuego de artillería. "Cuando estuvieron cerca, a pesar de la gallardía con que avanzaron, fueron puestos en confusión por los terribles fuegos cruzados de las trincheras paraguayas que se concentraban sobre ellos en todas direcciones (...). Algunos jefes argentinos montados a caballos llegaron hasta el mismo borde del foso, donde permanecieron animando a sus soldados, pero casi todos ellos perecieron".

Luego de infructuosos intentos por vencer las fortificaciones paraguayas y los tiros de sus obsoletos fusiles a chispa, convencidos de que avanzar y tomar Curupayty era más que imposible, iniciaron una dolorosa retirada, dejando en el campo de batalla, teñido de rojo, unos 9.000 muertos, si bien los partes oficiales solo decían que murieron 2.000 argentinos y otros tantos paraguayos. Las fuerzas paraguayas solo tuvieron 92 muertos (54 dice Thompson). "La mayor parte de ellos fueron heridos por las balas de los rifleros (aliados) del Chaco". Cuando el enemigo se retiró, el mariscal López ordenó que un batallón saliera de la trinchera a recoger armas y pertrechos.

DOCUMENTAL SOBRE EL GRAL. DIAZ


 Expedición a Ñeembucú 2009





Batallón 40 es mencionado en Tujamí de Emiliano R. Fernández.


A las cuatro y media de la tarde, sonaba el clarín del pardo Cándido Silva anunciando la victoria, mientras Díaz recorría la trinchera entre los vítores de la tropa.


Comentarios

  1. Uno de los mayores héroes nacionales, murió como consecuencia de una herida de guerra luego que tuvieran que amputarle una pierna.

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  2. Exactamente, murio un mes despues de esa herida que necesito una amputation, lastimosamente. Habria desarrollado una septicemia a causa de la gangrena reinante,

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