GENOCIDIO AMERICANO

UNA NACIÓN SIN CAUDILLOS 
Gaspar Rodríguez de Francia
Supremo Dictador de la República
A partir del 14 de Mayo de 1811, cuando el Paraguay se liberó de España, la característica común de los pueblos de América fue: el caudillismo. A partir de la Independencia, el Paraguay es la única república de la América Latina que no sufre la presencia de los caudillos ni es perturbada por revoluciones y golpes. Es un país cohesionado, con una autoridad centralizada y que puede darse el verdadero lujo, en el primer cuarto del siglo XIX, de gozar de una auténtica paz política.
Francia, El Supremo, asume el poder y ejerce una dictadura peculiar: usa el absolutismo como método de gobierno en beneficio del pueblo. Ataca los derechos de los españoles y españolistas, persigue a los ricos, confisca propiedades y vuelve insoportable la vida de los oligarcas que eran privilegiados por España. Cuando muere en 1840, asume el poder Carlos Antonio López, un abogado que para escapar a posibles persecuciones de El Supremo vivía retirado en el interior del país. El crea, prácticamente, sobre la estructura socio – económica dejada por Francia, el Paraguay moderno. En su tiempo hubo un gran progreso, surgen fábricas, los astilleros fabrican muchos navíos, trae ingenieros y técnicos de Europa para modernizar el Paraguay y envía para el exterior (sobre todo, Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos), jóvenes paraguayos para que se especialicen. Al morir, en 1862, asume el poder su hijo, Francisco Solano López, que se dispone a continuar la obra iniciado por Francia, y perfeccionada por Carlos Antonio López, y que tendría sus principales frutos en el nuevo gobierno. Pero, la Guerra de la Triple Alianza incubada hacía muchos años, obliga al Paraguay a una lucha desproporcionada que lo destruiría completamente.
EL SUPREMO José Gaspar Rodríguez de Francia es un hombre exótico. Implacable en la persecución de sus enemigos, él prácticamente creó el Paraguay. Ejerció una dictadura rigurosa, pero su absolutismo no ha sido debidamente analizado: si no fuese por su increíble capacidad de represión de los enemigos políticos, es cierto que el Paraguay habría alcanzado la estructura que le dio su Dictador Perpetuo, título que él mismo exigió del Congreso.
Se presta mas atención a las extravagancias de Francia que a sus medidas prácticas y notables que dieron una estructura peculiar al Paraguay. Su primer acto al asumir fue acabar con la influencia del poder económico que podría entorpecer a su gobierno. Aún cuando es difícil acabar con esa influencia del poder económico, Francia no deja la menor posibilidad: extermina literalmente, al propio poder económico. Decreta, se podría decir, la pobreza como norma de vida de los paraguayos. Queda prohibida, por la práctica que El Supremo determina a la nación, la riqueza. Los españoles y españolistas, herederos de los privilegios de la corona, son perseguidos hasta el exterminio. En las cárceles no existen pobres: sólo los ricos, la llamada “clase privilegiada”, que podrían enfrentarse contra Francia, son los que están presos. Como Naturalmente esa clase privilegiada tiene ramificaciones en la cuenca del Plata, la fama de Francia es terrible: él es tenido como un bárbaro asesino, contrario a toda norma de civilización.
Pero, la verdad, no es exactamente eso lo que ocurre. El Supremo no ataca a los ricos sólo para garantizar la seguridad de su gobierno, que será “perpetuo”. Su ira contra los ricos se explica por la interpretación de que no es posible establecer la soberanía de una nación con la presencia de la oligarquía dejada por la corona española. El quiere exterminar – y lo consigue – cualquier privilegio especial en el Paraguay. El único privilegio posible es el suyo: el gobierno austero y simple, casi patriarcal, a favor del pueblo.
EL PUEBLO Y EL OJO DE FRANCIA El pueblo, al principio, reacciona tímidamente ante el gobierno de El Supremo. El terror de las prisiones y el confiscamiento de los bienes asustan y hacen callar cualquier discrepancia. Con el tiempo, los paraguayos perciben perfectamente que el absolutismo de Francia es dirigido específicamente contra los ricos. Comprenden claramente que los pobres nada tienen que temer del iracundo dictados. Ellos le apoyan.
Los paraguayos acostumbrados, en su mayoría, con el rigor de los jesuitas, abominaban los lujos y desmanes que los españoles y españolistas ostentaban, principalmente en Asunción. El Supremo termina con ese reinado de pompa en un país pobre. Vive austeramente, es reservado y sencillo. Gana la confianza popular.
La aún remanente élite económica de Asunción, cuando puede – por carta a sus iguales del Plata, principalmente Buenos Aires – se queja: dice que Francia recibe con los brazos abiertos en su casa a cualquier hombre del pueblo pero le niega un simple gesto a los ricos. Es dentro de ese ambiente de una dictadura popular muy especial – donde naturalmente no faltó el terror a los enemigos políticos – que El Supremo consiguió fortaleza para imponer las grandes reformas políticas y sociales al Paraguay. Francia crea un sistema de información que abarca todo. Nadie realiza nada en el Paraguay que él no esté al tanto. Es imposible conspirar contra su gobierno. Si ese terrorismo político le fue muy importante al comienzo de su administración, con el correr del tiempo hasta se tornó estéril: ya no había a quién o el qué vigilar. El Paraguay prácticamente era uno sólo: cohesionado y obediente en presencia de la jefatura de El Supremo. Aquellos que, por cualquier motivo podrían inspirar represalias de Francia, se retiraban cautelosamente para el interior del país. Fue el caso inclusive de Carlos Antonio López, su sucesor.
EL AISLAMIENTO NO FUE ELEGIDO La principal medida del gobierno de Francia – en la interpretación de sus críticos – fue el aislamiento impuesto al país. El cierra las fronteras y elimina todo el comercio y relaciones con el exterior. Este hecho sería la causa, para muchos historiadores, de una estructura extremadamente inmovilista en el Paraguay. El país se tornaría hostil posteriormente, a toda manifestación de civilización.
Además de no ser esa, rigurosamente la verdad, debe acentuarse, que Francia fue forzado a aislar al país. No fue su deseo basar en el aislamiento una política auto – escogida. El aislamiento del Paraguay le fue impuesto y Francia supo encontrar una política económica que enfrentó con éxito.
El Paraguay es un país mediterráneo que no tiene salida propia hacia el mar. Para exportar su producción – el tabaco era el principal producto en tiempo de Francia – él necesitaba de la libre navegación de los ríos, entre los cuales, el Plata. Pensando en eso, el gobierno (entonces un Congreso Revolucionario) realizó un acuerdo con Buenos Aires, sin embargo, no lo cumplió: además de no permitir la navegación de los barcos paraguayos, también crea un impuesto adicional sobre sus productos, especialmente sobre el tabaco.
También en 1815 y 1817 continúan las presiones de las provincias más al norte de Buenos Aires. El ganado paraguayo ya no puede pasar por las provincias vecinas. Esas presiones contra el Paraguay, obligan a Francia a tomar contacto directo con Inglaterra, buscando en ella su apoyo como una forma de conseguir la exportación de sus productos. El intenta obtener la navegación para sus barcos en 1814, y, principalmente, en 1823, junto al representante inglés en Buenos Aires, Woodbine Parish. Pero Buenos Aires es implacable en el bloqueo. Las presiones de Buenos Aires obedecen a motivos evidentes: se pretende someter la propia soberanía del Paraguay – no se perdona a Francia acabar con la clase privilegiada que servía de infiltración para el dominio de Buenos Aires al Paraguay. Y no se trata de simples represalias, pero si de la tentativa de recuperar y ampliar el gran mercado paraguayo; tanto para vender sus productos – y los exportados por Inglaterra - como para usufructuar su exportación.
Conviene recordar que en ese tiempo la Argentina no era un país unificado. Existían varias provincias que tenían libertad de acción. La mayoría de ellas seguían el procedimiento de Buenos Aires contra el Paraguay de Francia. De tal forma se apretó el cerco al Paraguay, que no había salida posible para Francia, si no ceder, a los intereses de Buenos Aires. Y que es Buenos Aires?
En esa época Buenos Aires era la sede de los intereses comerciales ingleses, comenzando una largo reinado en el Plata. Luchar contra Buenos Aires y las demás provincias, es también, enfrentar las normas admitidas por Inglaterra para el comercio internacional en esa área. ¿Y quién controla a partir de Buenos Aires, el comercio internacional del Plata? Ciertamente una incipiente burguesía cuyas ramificaciones van hasta la misma Asunción, el corazón del gobierno de Francia. Eso significa que en la lucha contra Buenos Aires, Francia ni siguiera tendrá el apoyo de la burguesía rica de su país: ella está minada por los intereses económicos que la ligan a los argentinos en forma directa y, en forma indirecta, al capital inglés.
Para organizar y hacer progresar su país, Francia necesita de dinero. No le es posible obtenerlo sin someterse a la explotación exportando los productos paraguayos. Dinero y medios, entonces, él va a obtener sacando de los ricos de su país. Es esto lo que explica y determina las persecuciones de Francia: su dictadura ejerce un poder cruel y terrible justamente para defenderse de la explotación dirigida por Buenos Aires y apoyada por la propia burguesía de Asunción. Para conseguir riqueza y dinero, Francia es implacable, elimina a los representantes del poder económico paraguayo. Crea un estado policial, una dictadura perpetuo peculiarísima, para sustentar un gobierno popular.
Pero sólo no se gobierna un país. Francia se alía entonces con los que están desvinculados de los intereses de Buenos Aires, para su suerte, exactamente aquellos que pasan a detentar medios de producción: el pueblo. Y se realiza el aislamiento del Paraguay. Las fronteras están cerradas: nada entra o sale.
ESTA NACIENDO UNA NACIÓN LIBRE Aislado el Paraguay, Francia está delante de dos problemas: no se elimina la hostilidad de Buenos Aires y es preciso crear una nueva estructura económica para que el país sobreviva. La superación de esos dos problemas es que podrá, inclusive, dar estabilidad al régimen político de Francia. Al mismo tiempo que Francia va estructurando una nueva forma de gobierno, crea nuevas relaciones económicas y paralelamente comienza la presión contra lo que además representa una herencia del Paraguay colonial. El multa desmesuradamente a los españoles y españolistas ya en 1823 y promueve la primera gran reforma agraria de la América del Sur. Al contrario del aislamiento del Paraguay, que fue una circunstancia impuesta y no un deseo de Francia, el principal acto de su gobierno está justamente en esa nueva política económica. Y, especialmente, una nueva estructura en el campo, permitiendo el acceso a la tierra por los humildes campesinos. A través de confiscaciones o de compras a bajo precio, el gobierno adquiere y distribuye tierra a los campesinos paraguayos – arrendándoles a costo irrisorio – además de suministrarles, inclusive, implementos agrícolas, ganado y semillas. Esta fue la gran revolución de Francia – creó una estructura agraria que la América del Sur, aún no conocía. Además de eso, estipuló normas para el comercio, de tal forma que la nación no se empobreciera por la clausura de sus fronteras y consecuente falta de transacciones con el exterior.
Francia creó las “Estancias de la Patria”, donde los trabajadores del campo producía con la ayuda del Estado y podrían disponer de la parte de su producción como hombres libres. Todos trabajan en comunidad – una experiencia que los paraguayos ya tuvieron con los jesuitas – y de las estancias salían principalmente carne para el Ejército y cuero para su exportación; que además se hacía penosamente.
Mientras que aún había medios para exportar – porque la clausura de las fronteras se hizo en forma gradual y no una determinación precisa de Francia como se piensa – todo el comercio exterior fue hecho a través del Estado. En conclusión, Francia descarta la burguesía mercantilista de los lucros que la exportación puede dar y es el Estado quien lucra.
Naturalmente, ese cuadro no despierta entusiasmo en los vecinos del Plata, lo mismo en el Brasil. Francia está organizando una nación libre y demostrando que es posible sobrevivir sin la sumisión a los intereses extranjeros y sin sustentar una oligarquía parásita. El Paraguay pasa a ser, ya a partir de ese momento, un ejemplo pésimo para América; veremos más adelante como esa estructura de nación puede incomodar al “laissez – faire” que los cañones ingleses imponían al mundo.
Por otro lado, El Supremo demuestra que no existe independencia política sin independencia económica. Eso ya era muy conocido en aquel tiempo: pero justamente por la evidencia y el ejemplo paraguayo, es más incómodo. Tanto para sus vecinos dominados como para los dominadores, El Supremo estaba construyendo un país. Debajo de su absolutismo crecía rápidamente el Paraguay. Sus actitudes eran siempre duras y no tenían términos medios: mientras que en los países del hemisferio Sur perdían el tiempo en debates estériles sobre la libertad, liberalismo, etc., El Supremo entendía que esas imitaciones libertarias eran apenas un escapismo formal que no conducía a nada positivo. Y, dentro de su rudeza política, no se detenía ante actos bruscos. Por ejemplo, contra la Iglesia, que siempre tuvo su parte importante en el banquete de las naciones americanas.
Francia suprimió tranquilamente las órdenes religiosas y transformó sus conventos en cuarteles. Ya en julio de 1815 – cuatro años después de tomas el poder – Francia hizo romper a la Iglesia católica con Roma: la Iglesia en el Paraguay ahora es nacional. Es más; Francia el 20 de Septiembre de 1824 confisca todos los bienes de la Iglesia y los trasfiere al Estado; prohíbe terminantemente la construcción de nuevos templos. El esfuerzo paraguayo sólo será utilizado en bienes en bienes de producción; determina la libertad de creencia en el país y extingue para siempre los tribunales de la Inquisición. No satisfecho, y para hacer constar que la Iglesia tiene que ser nacional, manda esculpir en el frontispicio de todos los templos el emblema de la República del Paraguay.
¿Por qué él hizo eso? La explicación dada por sus enemigos en el exterior, era naturalmente la de su “barbarie”. Evidentemente, no se trató de eso: Francia, coherente con sus convicciones, eliminaba el poder económico y político de la Iglesia en el Paraguay. Nivelaba a los sacerdotes católicos con el pueblo. El supremo, utilizando el poder de su “dictadura perpetua”, convertía a todos, en iguales dentro del Paraguay.
De esa forma, el Paraguay progresa. Francia no descuida y observa todo: desde la diversificación de las cosechas en los campos hasta los más simples problemas burocráticos. Además, el Paraguay con Francia, está libre de burocracia que mina otros estados sudamericanos. Naturalmente, porque él acabó con una oligarquía parásita que se ramificaba especialmente en Buenos Aires y algunas otras provincias, la fama de bárbaro y terrorista, aumenta cada día. La verdad, Francia tenía una visión cultural más amplia que los gobernantes del Plata y del Imperio del Brasil: en su tiempo la enseñanza adquiere una fuerza extraordinaria. Al final de su gobierno ya no había analfabetos en el país. Este es un hecho testimoniado por varios europeos. Más que el precio de haber gobernado con poderes absolutos, ni siquiera con el simulacro de un poder legislativo, El Supremo paga el precio de haber organizado un país libre, cuando le acusan de bárbaro y otros juicios del género.
Cuando él muere- sólo – dicen que no tenía un pariente vivo, deja un país floreciente, con una conciencia nacional formada por el pueblo que Carlos Antonio López va a perfecciona. A pesar de su importancia, aún hoy son raros los juzgamientos más sobrios y justos sobre Gaspar Rodríguez de Francia. A su fanatismo por el gobierno y su violencia por llegar a los fines propuestos, desfiguraron no sólo los juicios sobre él, como ayudaron también, a crear una imagen contra el Paraguay de los López que fue largamente usada por sus enemigos como propaganda de guerra.
La crítica más importante que se puede hacer, históricamente, al dictador Francia, es haber exterminado a la oligarquía económica de su país sin conseguir, paralelamente, crear una clase dirigente. Eso, a largo plazo, fue fatal para el Paraguay. La ausencia de una clase dirigente vinculada a los intereses nacionales fue sentida fatalmente por Carlos Antonio López y después por su hijo, Solano López, en los conflictos con la Triple Alianza.
Carlos Antonio López
Primer Presidente de la República
PRIMERO, RESISTIDO POR EL PROGRESO El Paraguay va a romper violentamente toda una estructura de dominación económica. Carlos Antonio López, un “oscuro abogado”, va a enfrentar los métodos británicos y promover el progreso del Paraguay sin buscar un centavo de los financiamientos ingleses.
Y su método es simple: él trajo del exterior a todos los técnicos que el país necesitaba para implantar la base de su desarrollo industrial. Es preciso no olvidar que los procesos industriales de esa época (mitad del siglo XIX) son simples. Es fácil transferir y copiar tecnología; obviamente no existía en aquel tiempo la sofisticación actual, ni una legislación internacional específica que impedía el uso de las técnicas conocidas en provecho de cualquier país. La única barrera era, justamente, la de la dominación económica; la infiltración de las potencias ricas, especialmente Inglaterra, en las clases dominantes de los países pobres para impedir la emancipación económica nacional. Como en el Paraguay el capital inglés nunca consiguió predominar y no existía una clase dominante al servicio del imperialismo extranjero. No hubo problemas para el presidente Carlos Antonio López, que crea una infraestructura básica de desarrollo industrial y cultural.
De esa forma el primer ferrocarril del país es planeado por un ingeniero inglés, Paddison, con capital netamente nacional y dirigido por el Estado. Es una vía de ferrocarril de setenta y dos kilómetros que tiende especialmente, y tan sólo, a atender intereses paraguayos. Así llegan ingenieros, profesores, arquitectos, geólogos, médicos, instructores militares y hasta periodistas. Ellos llegan para establecer las bases del desarrollo: construyen fábricas y hospitales; se crean diversas empresas. Todos esos técnicos son contratados y pagados en moneda de oro. La mayoría de ellos vienen de Inglaterra; también había grandes hombres de otros países. Como Alexandre Ravizza, arquitecto italiano, constructor de teatros. Como Alfredo Du Graty, famoso naturalista belga; hasta el mismo argentino Juan Pedro Escalada, Fundador de la instrucción pública en el Paraguay y que consigue realizaciones jamás igualadas en América; entre esos hombres no faltan brasileños, como Villagrán Cabrita, instructor militar de artillería balística.
En fin, lo que Carlos Antonio López hace es crear condiciones básicas para el progreso y modernización del país, sin someterse al imperialismo económico inglés. No sólo consigue eso contratando técnicos extranjeros, como a mediano plazo hasta prescinde de ellos: envía para Europa (Inglaterra, Alemania y Francia) y para los Estados Unidos, los jóvenes más promisorios, elegidos entre los alumnos que más se destacan en las escuelas paraguayas, para que se especialicen en varias áreas. A su vuelta, serán ellos los propios responsables por la evolución tecnológica del país, creando más industria y abriendo vías y perfeccionando los establecimientos existentes, además de lanzar las bases de la enseñanza superior.
El Paraguay está en ebullición de progreso. La producción aumenta con Carlos Antonio López: tabaco, yerba mate, algodón, arroz, caña de azúcar y mandioca son abundantemente cosechados. Veinte años después de asumir Carlos Antonio López se llega a cosechar una sorprendente suma de siete millones de kilos de tabaco; se obtienen diez millones y medio de kilos de yerba mate y había un significativo rebaño de siete millones de cabezas de ganado bovino.
Toda esa riqueza se exporta, a pesar de las expoliaciones impuestas por Buenos Aires y su puerto controlado por una aduana al servicio del mercantilismo inglés. Pero no es todo. Toda riqueza, en manos del Estado, obtenida en régimen de producción comunitaria, en una especie de cooperativismo socializado, que ya por sí estimula la codicia internacional, además es un aspecto de la infraestructura económica del Paraguay. López padre, sabe como perfeccionar el rudimentario esbozo socioeconómico heredado de Francia y, más que eso, sabe como implantar en la pequeña República un nacionalismo auténtico que la rescató de las industrias de base con predominio del capital inglés; además él construyó una industria de base, moduladora del progreso con dominio total y absoluto del Estado y que en el Paraguay de la época equivalía a decir: al servicio del pueblo.
Ya en 1845 – cinco años después que Carlos Antonio López llegara al gobierno del país – funcionaba la Fundición de Ybycuí. Esta fundición tenía la capacidad de fundir cada veinticuatro horas una tonelada de hierro. Es bueno destacar para que se entienda el desafío paraguayo de la mitad del siglo XIX: en cuanto Brasil y Argentina importaban “bebidas espirituosas”, y desde alfiler y botón para ropas, has cucharas y utensilios domésticos, en el Paraguay la Fundición de hierro de Ybycuí fundía una tonelada de metal cada veinticuatro horas. Ybycuí trabajaba las veinticuatro horas con doscientos cincuenta operarios. En Asunción funcionaba un arsenal fabricando armas para el Ejército en formación y el armamento era hecho conmetal fundido en el propio país por una producción totalmente nacional.
Dentro de esa estructura económica – industrial, no era menos importante su astillero: los productos paraguayos surcaban los mares en navíos fabricados en el Paraguay, excluyéndose sus motores a vapor, comprados y pagados la mayoría con el trueque de mercaderías nacionales, pues, raramente Carlos Antonio pagaba las importaciones en oro. Esos navíos (una flota inicial de once barcos a vapor y cerca de cincuenta veleros, aumentados gradualmente con nuevas unidades nacionales) partían de Asunción para Europa cargados de yerba mate, tabaco y algunos otros productos, para volver con aparatos científicos, armas más sofisticadas, máquinas de imprenta y productos químicos que, en su mayoría, pasaban a ser fabricados en el propio Paraguay. Comparándose la explosión nacional de progreso del Paraguay de Carlos Antonio López con la dependencia total de la casi inexistente industria brasileña y argentina, es evidente que el Paraguay, para la “civilización inglesa” era un peligro. La euforia del gobierno paraguayo, ante las realizaciones en tan corto tiempo y las perspectivas que se abrían al país, se evidencia en el entusiasmo después del lanzamiento del vapor nacional “Río Blanco” en las aguas, en 1856, cuando Carlos Antonio López proclamó a la nación:
“Nos es permitido comprender, si no al que experimenta, el júbilo y la satisfacción con que les dirige la palabra vuestro presidente.
“Hace un año que visteis surcar en vuestras aguas el “Yporá”, vapor construido en vuestro astillero y por vuestros compatriotas. Día para mi memorable y de satisfacción, que marcará época en la humilde historia de mi vida política.
“Viernes 17, habéis presenciado un espectáculo de igual naturaleza, que conmovió nuevamente mi corazón.
“Ciudadanos: la bandera paraguaya surca nuevamente las espumosas aguas del Atlántico y tal vez a estas horas se verá solemnemente saludada por el pabellón de la Gran Bretaña, en cuyas márgenes estará fondeado el Río Blanco.
“Vuestro vapor Tacuarí tremoló también nuestro paño tricolor el inmenso océano. Cuatro vapores mercantes de vuestra exclusiva propiedad son cada día una patente revelación de nuestra Nación”.
El progreso paraguayo se vuelve cada vez más evidente en térmicos concretos. El entusiasmo de la proclamación del Presidente Carlos Antonio López no es formal: refleja la verdad. Y esa verdad provocará, por su importancia económica, un resentimiento sordo contra esa magnífica emancipación nacional, verificado siempre donde las clases dominantes fueron habitualmente meros sabuesos del imperialismo: Portugués, español o inglés, dependiendo de las circunstancias. En fin, el progreso paraguayo en la mitad del siglo XIX exporta madera, produce loza fina, construye ferrovías, exporta salitres, yergue fábricas de pólvora, papel y azufre. Se instala el telégrafo. Una nueva reformulación en el uso de la tierra exige más implementos agrícolas: y ellos son fabricados en la fundición de Ybycuí, dando mejores condiciones de trabajo a los campesinos paraguayos que aumentan su productividad.
Evidentemente, toda esa estructura política produce un tipo de participación popular auténtica. El pueblo paraguayo está envuelto en el proceso del desarrollo del país y sabe, por experiencia práctica, que participa de sus frutos. El mismo ciudadano que pasivamente cumplía las determinaciones de El Supremo, ahora en forma activa enriquece el patrimonio moral de la nación. La evidencia es dada por testimonios de aquel tiempo: Ildefonso Bermejo afirma en “Repúblicas Americanas”, que en el Paraguay “no se conocían los ladrones”, ni en las ciudades ni en las regiones despobladas. Cualquier viajante podía caminar sólo por la noche por el campo con grandes cantidades de dinero para compra de tabaco a los hacendados y campesinos, seguro de que no había de tener más que un respetuoso saludo de los caminantes que encontrase”.
Ese comportamiento popular, que viene de los tiempos de Francia, se observa en todos los niveles y es una de las causas del suceso de la administración de Carlos Antonio López. La seriedad del paraguayo de la época con los negocios públicos es testimoniada por Félix de Azara: “El respeto de la cosa pública existe hasta en la clase más ínfima de la población. No sabría citar un ejemplo de falta de probidad desde el Estado o hasta de parte mismo de la gente más necesitada”.
Esa cohesión moral entre gobierno y pueblo, sedimentada por una estructura socio – económica que emancipó el país, estaba llevando al Paraguay a ser, en pocos años, la república americana más progresista, y que ya era potencialmente. Eso representaba un insulto a los padrones que el imperialismo inglés impuso a la América del Sur, donde predominaba la hipocresía enriquecida en la corte imperial brasileña y en los salones de la burguesía porteña, para crear una cortina de humo encubriendo el asalto económico practicado por Gran Bretaña en el hemisferio Sur. El Paraguay, un país mediterráneo olvidado del mundo, comienza a ser visto más allá de los salones diplomáticos de Buenos Aires y Río de Janeiro. Su progreso comienza a preocupar a la propia metrópolis inglesa. Ya no son apenas los representantes del capital inglés, específicamente en el Plata, que reaccionan ante la pérdida del Paraguay, que comenzó en 1811 con Francia. Ahora, ya la propia metrópolis, con las medidas bien tomadas de Carlos Antonio López, se ve amenazada por un ejemplo que, fructificado, puede alterar su dominio. Los orígenes de la Guerra del Paraguay, que germinaban desde el inicio del siglo, comienzan a tomar contornos nítidos en la medida en que el pueblo guaraní consigue consolidar su progreso. Los buenos resultados que Carlos Antonio López obtiene en las relaciones internacionales, finalmente serán anulados con cualquier pretexto disponible, justamente para que un país emancipado económicamente no ponga en riesgo el “equilibrio” del Plata. Un “equilibrio” que, como se verá, significa mantener el dominio del capital inglés sobre los dos más importantes países de América del Sur: Brasil y Argentina.
EL PARAGUAYO: EL AMERICANO MAS BIEN NUTRIDO
 La superioridad física del soldado paraguayo fue observada desde 1778 hasta 1865, por científicos europeos como Bufón, Demersay, Larousse, Quatrefagest de Bréau, Rengger, Du Graty – el propio Thompson observa, no obstante no ser una autoridad – y Félix de Azara.
Según esas observaciones se puede afirmar con seguridad que la altura media del soldado paraguayo era de un metro setenta y dos centímetros, contra un metro sesenta y dos centímetros de los soldados brasileños. En media los paraguayos eran diez centímetros más altos que los brasileños. Según algunos de esos científicos, en el ejército paraguayo había cinco blancos por un mestizo o negro. Entre los aliados – brasileños, argentinos y uruguayos – para cada soldado blanco había veinticinco mulatos o negros. Esa desproporción racial aumentaba cuando era comparada con el ejército brasileño. En el ejército del Imperio del Brasil, para cada soldado blanco había nada menos que cuarenta y cinco negros!
Esto no es apenas un curioso dato racial: determinará la superioridad física del ejército paraguayo en su totalidad; obviamente no se trata de una interpretación totalmente racista, pero la propia conformación de los ejércitos aliados formados especialmente por su mayor contingente (el brasileño) por africanos y mulatos, indicaba su origen en las clases más oprimidas y, consecuentemente, poco alimentadas de la población.
En contrapartida, ya Bufón, por ejemplo, destacaba la excelente alimentación tradicional de los paraguayos. Había mucho maíz, banana, mandioca, miel, yerba mate y carne abundante en el Paraguay. Según Bufón, esa alimentación bien equilibrada era conseguida con poco trabajo. La propia división social del trabajo (en el Paraguay la esclavitud era formal, y existió hasta 1843) y un régimen político igualitario desde los tiempos de Francia, facilitaba a todos a obtener alimentos.
Demersay, por ejemplo, llegaba al punto de afirmar que el Paraguay era uno de los países donde el pueblo mejor se alimentaba en el mundo entero. Textualmente: “La influencia del alimento, indiscutible entre los animales, bastante clara en todos los países, en ninguna parte él es más que entre los paraguayos”.
Era un ejército formado evidentemente con una masa humana de excelente estado de salud. Hasta el comienzo de la guerra no se conocían locos o suicidas en el Paraguay, según testimonio de algunos científicos. Además de ello, la cohesión cultural preservada desde los tiempos de los jesuitas era otro factor importante. Era común – según también observaciones de varios científicos europeos – que cada paraguayo tenía cuatro o cinco profesiones, que ejercía de acuerdo con las circunstancias. Así un solo paraguayo podía ser zapatero, carpintero, sastre, mecánico y hasta casi arquitecto o músico. No era ningún “milagro”: apenas una consecuencia del cultivo de lo que los jesuitas enseñaron de la política educacional – no se debe olvidar que a la muerte de Francia, en 1840, ya no existía en el Paraguay una especie de servicio militar más o menos obligatorio. La herencia de ese hecho era que aún en 1865, cada colono – de las “estancias de la patria” o de sus propias tierras – era obligado a tener cuatro caballos, armas propias y estar siempre listo para el combate.
Esa masa humana de excelente estado físico fue el cimiento en que se apoyó Francisco Solano López para formar su ejército. Tenía que ser necesariamente un ejercito de mejor condición de salud y vigor que el aliado. La estructura económica del país, por otro lado, creó condiciones para que esos hombres elaborasen, inclusive, sistemas propios de hacer la guerra.
EN LA TROPA, HASTA LOS RICOS, DESCALZOS POR LA TIERRA No menos importante en la formación del ejército paraguayo es el siguiente dato: todos los oficiales salían de la tropa. Nadie llegaba a oficial por origen social, como ocurría, por ejemplo, en el ejército imperial, cuyos puestos superiores eran reservados a los nobles. A tal punto era una política rigurosamente cumplida que si un joven rico se alistaba, tendría que entrar en la tropa como un soldado raso y andar descalzo, ya que a ningún soldado paraguayo se permitía andar calzado. Esa espartana formación favoreció la propia disciplina de ese ejército que se formó, prácticamente, en la batalla.
Los ingleses acompañando el desarrollo de la formación del ejército paraguayo con mucho cuidado, informan también sobre el número de soldados. Thornton, por ejemplo, en carta a Lord Russel, dice que debería haber unos cuarenta mil hombres listos para la lucha. El armamento, sin embargo, es anticuado: existen lanzas del tiempo del dictado Francia.
Mcal. Francisco Solano López
Presidente de la República
Percibiendo la inminencia de la guerra, Francisco Solano López encargó cien mil fusiles modernos en Europa, pero ellos jamás llegaron al Paraguay. Lo mismo la compra de cañones encargados a la fábrica Krupp no alcanzó a llegar al país. La marina de guerra del Paraguay estaba formada por barcos de pasajeros improvisados en navíos de guerra. Apenas uno de sus catorce navíos eran de guerra: el “Tacuarí”. Lo que había de mejor en términos militares en el Paraguay, justamente era un “arma” defensiva: la fortaleza de Humaitá...
El rearme del ejército paraguayo, muy lento e intermitente desde el tiempo de Carlos Antonio López, no indicaba ninguna predisposición agresiva del país: la propaganda de guerra que cundía en Buenos Aires, principalmente, pintando a Francisco Solano López como un “Atila americano”, pronto a caer sobre los argentinos, aunque no sea más que una caricatura de la realidad. Y justamente por esa disposición poco bélica en la lentitud de armarse, el Paraguay entre en plena guerra, con su único acceso para traer armas cerrado por el enemigo, sin mucha preparación con relación a las armas. Si no fuera por su sólida organización industrial, representada por la Fundición de Ybycuí y por el arsenal de Caacupé, el país ciertamente no conseguiría resistir durante cinco años de guerra. Prueba ejemplar de lo que dice aquí, las palabras del Barón de Río Branco:
Estamos persuadidos de que el dictador López no se armaba para hacer la guerra al Brasil: así se deduce de los documentos del archivo de López. Su proyecto consistía en extender sus dominios por el sur conquistando Corrientes, y aún tal vez se reducía a nada más que ganar fama militar e influencia en las cuestiones del Río de la Plata”.
“Nuestra intervención en 1864 en el Estado Oriental, hábilmente explotada por los “blancos”, infundió a López la sospecha de que pretendíamos hacer guerra de conquista”.
De la misma forma que también Francisco Solano López – como Francia y Carlos Antonio – no consiguió dar al Paraguay una clase dirigente, también no formó por lo menos un verdadero Estado – Mayor del ejército. Y sin ese Estado – Mayor y sin un ejército profesional es que el Paraguay va a enfrentar la guerra.
A pesar de ello, con todas esas deficiencias, Francisco Solano López va a contar con un fabuloso ejército. Un ejército que estoicamente enfrenta a un enemigo absurdamente superior en número y fuerza material y sólo es derrotado en la destrucción total: no se rinde. Ni así, aún cuando al final, sus soldados son niños de seis a nueve años, los mártires de Acosta Ñú. Para destacar la superioridad moral de los soldados paraguayos sobre los aliados – a quién naturalmente no se niega el sacrificio y actos de heroísmo inherentes a la guerra, pero se deplora porque estaban colocados inocentemente al servicio del imperialismo inglés – nada mejor que transcribir lo que afirmó Juan Bautista Alberdi;
El ejército paraguayo es numeroso relativamente al pueblo, porque no se distingue del pueblo. Todo ciudadano es soldado, y como no hay un ciudadano que no sea propietario de un terreno cultivado por él y su familia, en la defensa que hace de su país. (...) El ejército del Paraguay es numeroso relativamente al del Brasil, porque se compone de ciudadanos, no de aventureros, de esclavos y hombres venales: esos ciudadanos son libres en el mejor sentido en cuanto viven de sus medios, no del Estado, en que tienen un pedazo de tierra, un techo, una familia y deben a su trabajo el sustento de sus vidas; ese hombre y señor de sí mismo, es decir, libre en el mejor de los sentidos. Diez libertades de palabra no valen una libertad de acción y sólo es libre, en realidad, el que vive de lo que es suyo. Todo soldado paraguayo sabe leer y es raro el que no sabe escribir y contar. Esa condición no es la del esclavo en ningún país moderno y si la lectura preparase al servilismo, los países libres no la propagarían en el pueblo como elemento de libertad”.
EL DIA DE LA MÁS HEROICA BATALLA AMERICANA: 20 MIL SOLDADOS CONTRA 3500 NIÑOS PARAGUAYOS Acosta Ñú fue una de las más terribles batallas de la historia militar del mundo. De un lado estaban los brasileños con veinte mil hombres. Del otro, en el medio de un círculo, los paraguayos con tres mil quinientos soldados de nueve a quince años, no faltando niños de seis, siete y ocho años! Junto a los tres mil quinientos niños paraguayos, combatían quinientos veteranos comandados por el General Bernardino Caballero.
Esa batalla librada el día 16 de agosto de 1869, fue necesaria para que el Mariscal Francisco Solano López continuase su retirada del cuartel general de Ascurra y siguiese con seguridad hacia Cerro Corá, mientras los “niños combatientes” retardarían a las tropas brasileñas. (Esa batalla de Acosta Ñú es aludida por Tasso Fragoso como batalla de Ñú Guazú – Campo Grande)
La batalla comenzó por la mañana, en un campo abierto, cubierto de malezas. Bernardino Caballero – el mejor general de Francisco Solano López – con sus quinientos soldados del VI Batallón de Veteranos, reunió a los tres mil quinientos niños y esperó el ataque. Los paraguayos quedaron, como acentuó Tasso Fragoso, en un “círculo de fuego”. Sufrieron el ataque brasileño por los cuatro lados: por el norte, la caballería de Hipólito Ribeiro; por el este, las fuerzas del General Cámara; por el sur, los veteranos del General Resquin; y, finalmente, por el oeste, atropellaban las fuerzas comandadas por el Conde D’Eu. Atacados por los cuatro flancos, en una flagrante desproporción de fuerzas de cinco brasileños por cada paraguayo, la resistencia duró todo el día y, aún por la noche, el renombrado Conde D’Eu se tuvo que preocupar con los sobrevivientes heridos.
Acosta Ñú es el símbolo más terrible de la crueldad de esa guerra: los niños de seis a ocho años, en el calor de la batalla, aterrados, se agarraban de las piernas de los soldados brasileños, llorando, pidiendo que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en las selvas próximas las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas empuñaron las lanzas y llegaron a comandar grupos de niños en la resistencia. Finalmente, después de todo un día de lucha, los paraguayos fueron derrotados. Por la tarde, cuando las madres vinieron a recoger a los niños heridos y enterrar los muertos, el Conde D’Eu mandó incendiar la maleza. En la hoguera se veían niños heridos correr hasta caer víctimas de las llamas. La resistencia en Acosta Ñú y el sacrificio de esos niños simbolizan perfectamente cómo la guerra se tornó implacable. Tanto por el lado de Francisco Solando López, formando un ejército de niños, como por el lado brasileño que no se avergonzó en matarlos. Simboliza, también, la conciencia máxima de la defensa de la nacionalidad; la lucha extrema por la independencia nacional, llegando al suicidio de un pueblo que no quiso rendirse para no perder la libertad: la libertad, en el Paraguay de la época era un concepto práctico y no una palabra abstracta. Era el derecho a la tierra; a la alimentación; en fin, a la autonomía del país.
(El historiados paraguayo Andrés Aguirre consiguió que el 16 de agosto, sea el “Día del Niño” en el Paraguay, en homenaje a los niños de Acosta Ñú. Hay un movimiento para que la OEA reconozca ese día como el Día del Niño en América)
La batalla de Acosta Ñú permitió que Francisco Solano López consiguiese escapar del cerco de las tropas del Conde D’Eu. Su fin está próximo: él resiste con un poco menos de quinientos hombres y cercado de conspiradores. Su muerte ocurrirá el día 1° de Marzo de 1870. Con él murió el Paraguay.
Desde 1868 en que Asunción ya había sido tomada – y saqueada por los soldados brasileños – ya había un gobierno títere impuesto y el Paraguay esta siendo fraccionado y entregado al imperialismo internacional. No obstante, Francisco Solano López continuó la desesperada resistencia. Él murió resistiendo.
MADAME LYNCH SEPULTA AL HEROE DEL PARAGUAY En el día 1° de Marzo de 1870, después de ser cercados por las tropas brasileñas comandadas por el General Cámara, los cien restantes soldados de López, no pudieron ofrecer más que una pequeña resistencia. Finalmente, algunos soldados brasileños cercaron a Francisco Solano López en la margen del riacho Aquidabán – Nigüí y le intimaron a rendirse. Negándose, avanzó contra los soldados, y exclamó:
“¡MUERO CON MI PATRIA!” El episodio es bien conocido: el lancero Chico Diabo perforó su vientre, y otro soldado le acierta la testa con un sablazo. Socorrido por dos de sus oficiales, López intenta atravesar el riacho, pero perdiendo mucha sangre, no tiene fuerzas. Cae, y nuevamente cercado, recibe intimación del propio General Cámara, de rendirse. Se niega nuevamente. El general ordena desarmarlo y él resiste francamente: está casi sin sentido, no distingue más, blande la espada débilmente. Cámara ordena que sus soldados desarmen a López: cuando uno de ellos aferra su puño para tomarle la espada, el mariscal aún intenta resistir con sus últimas fuerzas. Es cuando un tiro por las costillas lo mata.
Mientras tanto, su hijo Pancho, de dieciocho años, luchaba contra los soldados brasileños, en defensa de su madre – Madame Lynch – y sus hermanas. También fue muerto por negarse a rendirse. El General Cámara escribió varias versiones sobre la muerte de López, la primera – y verdadera – es ésta: “El tirano fue derrotado y no queriendo rendirse fue muerto a mi vista. Intímelo con orden de rendirse, cuando ya estaba completamente derrotado y gravemente herido, y no queriendo, fue muerto”.
Mapa del Paraguay.
Muerto López, se precipitó sobre su cadáver un oficial nortista, el Teniente Genésio Concalves Fraga, cortándole una oreja. Otro soldado le arrancó un dedo; aún otro, el cuero cabelludo y por fin, el último le reventó la boca con la cureña del fusil, para recoger sus dientes. La violación del cadáver de Francisco Solano López, que fue escupido y pateado por la soldadesca, también es un símbolo de esa guerra hecha de odios.
Finalmente, entregaron el cadáver mutilado de Francisco Solano López a su compañera, Madame Lynch. Ella, mientras la batalla final se desarrollaba, protegida por el Coronel Panchito (su hijo de dieciocho años) estaba en una carreta, junto a otra hija. Panchito murió, junto al vice – presidente del Paraguay, un anciano semiparalítico que enfrentó a las tropas brasileñas con el sable en las manos, a la vista de Madame Lynch.
Domingo Francisco Sánchez
Vice Presidente de la República
El cadáver violado de Francisco Solano López se unió al de Panchito, y Madame Lynch con sus propias manos y ayudada por su hija menor, cavó con una lanza la sepultura del héroe, en Cerro Corá.
“¡MUERO CON MI PATRIA!” Jamás un hombre entró en la historia con una frase tan trágicamente verdadera. Juan Bautista Alberdi nos revela a Francisco Solano López por entero: 

Solano López no tiene su igual ni en Bolivar, ni en San Martín, ni en los más bellos tipos de constancia indomable y grande que presenta la Historia de América”.


Galeano: Redención en Paraguay.



Genocídio Americano: A Guerra do Paraguai




Comentarios

  1. no paro de echar lagrimas x este injusto genocidio, VIVA LOPEZ ! VIVA DR. FRANCIA! algun dia los francistas del siglo XXI despertara del letargo en que esta nuestro pais x culpa de lso interereses de la oligarquia vendepatria ..

    ResponderEliminar

Publicar un comentario